Thursday, October 13, 2011

Muzungo, muzungo, zungos, zungos

Es sábado, pero hemos madrugado como un día cualquiera. Aquí la vida empieza temprano. No hay reloj y el ritmo lo pone el sol. Hay que trabajar en sábado tanto o más que un día normal. Hay que ir al colegio como el resto de la semana y terminar los deberes. Al medio día, de vuelta a casa, a los chicos les espera una buena jornada. Todos los niños incluso los pequeños tienen que lavar, barrer, ordenar, tender. Cuando terminan sus quehaceres es hora de cocinar, y nada más comer tienen que empezar a preparar la comida para cenar.
Da que pensar, como trabajan sin rechistar. No se si será por su naturaleza sacrificada o por el sentimiento de saber que aquí no les falta de nada. Llevamos mas de un mes, cuatro fines de semana aquí dentro, y no hemos visto en ningún momento a un niño que tuviera una queja o pusiera un mal gesto.
Para comer hemos hecho un exceso. Aprovechando que en Nairobi habíamos comprado pasta, hemos cocinado espaguetis a la familia que nos invitó a cenar en su casa. No tengo claro que la comida le gustara. Algunos miraban con recelo, pero al menos se han reído de lo lindo viendo los espaguetis tan largos y tan finos. Benditas cámaras digitales, con las de carretes las fotos habrían sido un desastre.
A media tarde y de camino a casa nos adelantan unas niñas muy enanas, corriendo con unas gomas negras en las manos, parecidas a tubos de riego. Qué juguete mas raro, pensamos. Seguimos andando y al cabo de un rato, nos cruzamos de nuevo con ellas. Llevaban el “juguete” ajustado al frente y un atillo de leña en la espalda. Nos quedamos sin habla. Lo que tantas veces hemos visto en esas cadenas de email, ahora lo vemos ahí delante, justo a nuestros pies. No puedo remediarlo, tengo que hacer una foto para poder enseñarlo, pero no sin antes pedirles permiso. Nos contestan encantadas, pues como siempre las fotos les tienen fascinadas. Y ya después le quitamos el bulto y ayudamos a cargarlo hasta su destino. Nos miran extrañadas como si quisiéramos robarles su carga. Tienen tan asumido que es su rutina, que no comprenden que vengamos nosotras a quitársela. Pero una vez comprendido que solo queremos ayudarlas en el camino, nos han dedicado una sonrisa que ha hecho de hoy el mejor de nuestros días.
Seguimos camino y nos damos cuenta que nos persigue un puñado de niños, todos cantando y desfilando al son de “Muzungo, muzungo, zungos… zungos ...zungos” (Así nos llaman a los blancos) . Y se tronchan de risa cuando ven que nosotras les coreamos. Desde entonces se ha convertido casi en “la canción del verano”.
El Domingo empieza con misa, muy colorida y muy cantada. La gente se viste para la ocasión. Muchos colores y ropas que parecen haber salido de las rebajas del Mashall después del PROM. A la salida, la gente se reúne en grupos para la catequesis, cantos u otro tipo de aficiones que se prolongan hasta llegar la tarde. Y por fin, cuando se pone el sol, parece que ha llegado la hora de la diversión. Se ven en los descampados unos chicos jugando al futbol, todos medio descalzos o compartiendo un par de zapatos que alguien les ha regalado. La pelota ,vieja , deshinchada y rota, parece no importarles. El caso es tener algo para golpear que no sea demasiado duro pues si no se destrozan la pata. Otros sacan a la calle miles de juguetes, todos de fabricación propia. Vemos camiones de latón, rodadores de hojalata, pelotas de trapo e incluso alguno ha fabricado una matatu. Las niñas juegan con rompecabezas de baldosas rotas. Saltan al “avión” pintado en el suelo. Con las piedras imaginan una casa. Con el palo de una escoba hacen una lanza.
Son muchas las cosas que nos enseñan. Entre ellas, las ganas de disfrutar con cualquier cosa que tengan. Lo aceptan con tanta naturalidad que te dan ganas de salir corriendo y comprar toda variedad de juegos. Pensándolo bien, no es lo mas adecuado pues son muchos y no es precisamente lo mas necesario. Además con ello, habríamos acabado con esa imaginación tan elemental de utilizar cualquier cosa para jugar y que en nuestro mundo desarrollado tenemos ya hace tiempo olvidado.