Sunday, November 6, 2011

Ya nos vamos

Se ha acabado nuestro tiempo en Nyumbani y nos vamo. Parece mentira que rápido ha pasado y que fácil es acostumbrarse a lo bueno y a lo malo. Al principio todo nos pareció demasiado y pensabamos en silencio que a lo mejor no lo aguantábamos. Pensamos en las semanas tan largas que nos quedaban por delante, mucho calor, mucho polvo, mucho bicho (tengo hormigas hasta en el ordenador) y sobre todo mucha pobreza, mucha miseria y mucho dolor.
Ha pasado el tiempo y casi sin enterarnos hemos visto que hemos sobrevivido mejor de lo que pensabamos. Hemos vivido sin televisión, sin nevera, ni aire acondicionado, incluso hasta sin baños. Pero lo mejor de todo es que no lo hemos necesitado. No lo hemos echado de menos tal vez porque ya lo sabíamos y estábamos preparadas para ello. Pero la miseria, la pena, el sufrimiento y el dolor han sido cosas que aun esperándolas no podíamos imaginar con que magnitud la íbamos a encontrar.
Una vez mas creo que la sensibilidad humana varia con la raza. Igual que antes ya comenté que la temperatura y el horario para los de aquí tiene distintos formatos, lo mismo pienso que pasa con sus sentimientos. No quiero justificarme, pero creo que sus vidas les han presentado tales experiencias que han hecho callo para aguantar tanta tragedia, si no, no podría comprender como pueden resistir el sufrimiento y aun así sacar fuerzas para seguir viviendo. Incluso nosotras mismas lo notamos y ya hemos comentado en varias ocasiones que aquí no se puede estar mucho tiempo, pues te endureces y empiezas a ver como casi normal lo que antes veíamos como inhumano. Hemos visto mucha pena y mucha miseria. Hemos visto la cara del hambre, del sufrimiento, de la locura, del desespero. Hemos visto muchos niños huérfanos, niños enfermos, niños hambrientos. Y nos creemos que hemos visto ya todo, que no puede haber más sufrimiento, pero entonces llegan y te cuentan que no, que todavía queda hueco para mucho mas tormento . Que te reenvían un correo de una voluntaria que está en un campo de refugiados en Etiopia, pero frontera con Somalia. Lo que allí describe es un infierno; miles de refugiados, todos hacinados, hambrientos y agotados y con colas interminables para recibir una mísera ración de comida que se la entregan según su número de racionamiento. Y que luego también te enteras que lo nuestro no es nada, que ha sido como un paseo, pues no podemos dejar de pensar en lo que estarán sufriendo las dos Españolas raptadas aquí en Kenia, también frontera con Somalia. Vinieron para ayudar y esos descerebrados de Al-Shabaab se lo pagaron con la falta de libertad. Otros han desaparecido en el Sahara, y los que estaban en Lamu, parece que por culpa de la inseguridad la han abandonado. Quiera Dios que pronto los dejen a todos en libertad, pues no tiene ningún sentido que se metan precisamente con los que vienen a ayudar. Ojala no cunda el pánico, pues lo que menos puede necesitar este continente es perder el apoyo de la comunidad internacional.
Nosotras ya nos vamos ante de que todo nos empiecen a parecer demasiado normal. Nos vamos con mucha pena. Dejamos muchos recuerdos, muchas emociones y a veces algún llanto. No olvidaremos a todos los niños que ya hemos mencionado. A muchos otros que por su nombres impronunciables se han quedado más en el anonimato. Al staff que nos han aceptado como si fuéramos una más del poblado. No olvidaremos la mirada hundida del profesor famélico, ni la expresión desconcertada de los niños en la tumba de la madre, ni la mirada perdida de la mujer que había perdido a un hijo, ni la angustia de la madre con la casa quemada y por supuesto no olvidaremos la sonrisa franca e inocente de todos estos niños africanos.
Nos vamos con pena, pero contentas porque lo hemos conseguido. El poder venir a este lado del mundo del que tanto nos cuentan pero nunca vemos, es un sueño que mas de uno llevamos dentro. Nosotras lo hemos cumplido, pero por supuesto sin tanto mérito como algunos os empeñáis en atribuirnos. Nuestra suerte en este caso no ha sido otra que el haber encontrado el momento, pues nuestros niños ya están creciditos y laboralmente ahora mismo no teníamos ningún compromiso. Se que muchos de vosotros nos habríais acompañado felices, pero la falta de tiempo os lo impide.
Nos vamos con pena, pero también algo satisfechas. Queda muchísimo por hacer, pero creemos que en algo hemos ayudado, o al menos lo hemos intentado. Hemos intentado llevar un poco de orden a estas familias. Hemos intentado convencerles de la necesidad de ser organizados, de que tienen que liderar sus vidas y de que deben saber ser líderes, de que deben ser mas proactivos, que tiene que saber escuchar y también saber ser mas comunicativos. Que tienen que expresar sus ilusiones y que tiene que resolver sus problemas y encontrar ellos solos las soluciones. Hemos hablado con las niñas, les hemos dicho peligros que corren. Muchas, seguro, ya lo sabían, pero no habrían tenido nunca una madre que les cuente que pueden tener otras mil opciones. Hemos pintado, jugado , cantado y comido con miles de niños… Hasta hemos perdido casi 8 kilos y con todo esto hemos disfrutado mucho más de lo que nunca habíamos imaginado.
Nos vamos con pena, pero también con vergüenza, porque en el fondo también tenemos ganas de ver a los nuestros, a nuestra familia, a nuestros hijos, de tomar una ducha decente y sobre todo caliente. De estar en una cama limpia , de no oír a las termitas, de olvidarnos del arroz y de los frijoles, de beber el agua fría … Todas esas cosas que acompañan nuestra vida y que aquí nunca las tienen. Aunque hemos vivido perfectamente sin ellas, seguro que en pocos meses las volveremos a sentir como indispensables. Y sentimos vergüenza cuando nos preguntan porque nos marchamos y les tenemos que decir que a pesar del cariño que nos han dado, nosotros tenemos otros amigos, otra casa y otros hijos, que tenemos otro mundo al que ellos no están invitados.
Nos vamos con pena, pero también muy gratificadas. Hemos recibido lo que no estaba escrito. Esta gente que no tiene nada y nos ha dado tanto... Nos vamos con mas de lo que traíamos. Nos han enseñado a apreciar de verdad el valor de una sonrisa, la importancia de una caricia, el sentido de la familia. No han enseñado a vivir con la luz del día, a consumir poco agua, a no necesitar el coche, a aguantarnos sin comidas ricas. Hemos aprendido el valor de las cosas que de verdad importan y de la inutilidad de consumir tantas otras. Hemos aprendido a discernir mejor lo importante de lo banal tanto a nivel económico como en lo emocional.
Nos vamos, pero no antes sin agradeceros a todos el habernos escuchado y aguantado tanto. Queda mucho todavía por contar, pero ahora no pues ya creo que os hemos bombardeado demasiado. Además alguna novedad habrá que dejar para cuando nos veamos. Y gracias porque no sabéis cuanto nos habéis ayudado con vuestros correos y comentarios. Ha sido genial teneros allí al otro lado del ordenador, animando, saludando, comentando, llenando todos esos ratos después de cenar, donde nos encerrábamos en nuestro cuarto sin otra cosa mas que escribir y charlar. Y mil gracias una vez mas porque entre todos habéis hecho de nuestra estancia aquí todo un éxito al saber que ahora ya conocéis un poquito mas de la labor de Nyumbani y de la vida de sus huérfanos.
Y por fin nos vamos, pero no nos vamos para siempre, pues pensamos volver. La experiencia ha sido de tal intensidad que no podremos olvidar todo la generosidad de esta gente, así que estaremos junto a ellos no solo en pensamiento sino colaborando con Nyumbani ya sea desde España o desde Washington, y con mucha ilusión de poder regresar aquí el próximo año.